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Colossus: La supercomputadora de Elon Musk y su impacto ambiental en Memphis

Miércoles, 28 mayo 2025
Tiempo de lectura: 3 min
Colossus Supercomputadora
Imagen: Freepik.es

En el verano de 2024, Elon Musk dio un nuevo paso en su ambición por liderar la revolución de la inteligencia artificial con el lanzamiento de Colossus, una supercomputadora de última generación instalada por su empresa xAI en la ciudad de Memphis, Tennessee. Esta megamáquina, diseñada para entrenar modelos avanzados de inteligencia artificial como Grok, fue instalada en tiempo récord en una antigua planta industrial.

El proyecto fue presentado inicialmente como una gran oportunidad económica para la región: se prometieron empleos, innovación y un lugar destacado en el mapa tecnológico global. Sin embargo, en paralelo al entusiasmo por la inversión tecnológica, surgieron serias críticas por el modo acelerado y poco transparente en que se llevó a cabo la instalación, así como por el impacto ambiental y los posibles efectos nocivos sobre la salud de los vecinos, especialmente en comunidades vulnerables como Boxtown.

La supercomputadora más potente del mundo… y una fuente de emisiones nocivas

Colossus es una de las supercomputadoras más potentes jamás construidas. Con una capacidad energética que ronda los 420 megavatios —una cifra equivalente al consumo energético de una ciudad de tamaño medio—, esta infraestructura requiere enormes cantidades de electricidad para funcionar. Para cubrir esa demanda, xAI instaló 35 turbinas alimentadas por gas metano, que operan las 24 horas del día.

Sin embargo, estas turbinas no cuentan con los permisos ambientales definitivos. La empresa ha argumentado que se acogen a una exención legal para equipos “temporales”, una maniobra legal que ha sido duramente cuestionada por organizaciones medioambientales y representantes de la comunidad. Las emisiones provenientes de las turbinas incluyen óxidos de nitrógeno (NOx), formaldehído, monóxido de carbono y partículas ultrafinas, todas ellas reconocidas como potencialmente peligrosas para la salud humana y el medio ambiente.

Contaminación por supercomputadoras: el caso de Boxtown

Una de las mayores preocupaciones gira en torno al impacto de esta contaminación por supercomputadoras en las comunidades cercanas. Boxtown, un barrio con una población mayoritariamente afroamericana y con bajos ingresos, se encuentra a menos de dos kilómetros del complejo donde se instaló Colossus. Muchos de sus residentes ya padecen enfermedades respiratorias crónicas, y ahora temen que la actividad de esta supercomputadora agrave aún más su situación.

Sarah Gladney, una vecina de Boxtown que sufre afecciones pulmonares, declaró que “nunca se tuvo en cuenta nuestra salud ni la seguridad de nuestras comunidades”. Su testimonio refleja el sentimiento generalizado de abandono entre los residentes, quienes denuncian que el proyecto se ha impuesto sin diálogo ni participación comunitaria.

Numerosos estudios científicos han demostrado que las emisiones provenientes de plantas de energía de combustibles fósiles están directamente relacionadas con el aumento de enfermedades respiratorias, cardiovasculares y ciertos tipos de cáncer. Las partículas ultrafinas, por ejemplo, pueden penetrar profundamente en los pulmones y llegar al torrente sanguíneo, afectando órganos vitales como el corazón y el cerebro.

Falta de regulación y transparencia en la implementación

Uno de los aspectos más polémicos del proyecto es la falta de transparencia y control institucional. La construcción del centro de datos donde se aloja Colossus se completó en apenas 19 días, un plazo sorprendente que, sin embargo, no dejó espacio para una adecuada revisión ambiental ni para la participación de la comunidad afectada.

Organizaciones como el Southern Environmental Law Center han denunciado que xAI está operando fuera del marco legal, incumpliendo regulaciones clave como la Ley de Aire Limpio de Estados Unidos. Estas acusaciones son especialmente graves si se considera que las emisiones de Colossus podrían tener efectos acumulativos en la salud de miles de personas.

Por su parte, las autoridades locales parecen divididas. El alcalde de Memphis, Paul Young, ha apoyado públicamente la iniciativa, citando los beneficios económicos y los empleos que podría generar. No obstante, legisladores estatales como Justin Pearson han manifestado su preocupación por la presión adicional sobre una infraestructura energética ya sobrecargada y por el costo humano que podría acarrear esta decisión.

¿Innovación o injusticia ambiental?

El caso de Colossus plantea una cuestión clave: ¿hasta qué punto estamos dispuestos a sacrificar el bienestar de ciertas comunidades en nombre del progreso tecnológico? El término “justicia ambiental” cobra aquí más relevancia que nunca. Los defensores de esta corriente sostienen que las comunidades históricamente marginadas no deberían seguir siendo el vertedero de los proyectos industriales más contaminantes.

Desde un punto de vista ético y sostenible, cualquier avance tecnológico de esta magnitud debe estar acompañado de una evaluación seria de su impacto ambiental y social. Esto incluye consultar a las comunidades afectadas, implementar medidas de mitigación y respetar las normativas medioambientales sin excepción.

La urgencia de repensar la relación entre tecnología y medio ambiente

La instalación de Colossus representa tanto un hito tecnológico como un síntoma preocupante de cómo se desarrollan ciertos megaproyectos en el siglo XXI. La contaminación por supercomputadoras es un fenómeno que apenas empieza a discutirse, pero que podría convertirse en uno de los grandes desafíos ecológicos de las próximas décadas, especialmente a medida que la inteligencia artificial y el cómputo de alto rendimiento continúen expandiéndose.

Para evitar que casos como el de Memphis se repitan, es fundamental que existan marcos regulatorios claros, una planificación energética sostenible y un compromiso genuino por parte de las empresas tecnológicas con el respeto al medio ambiente y a los derechos humanos.